JORDÁN BRUNO GENTA, EL GRAN CAMARADA
Verbo, vita et sanguine docuit
El domingo 27
de octubre de 1974 caía acribillado Jordán Bruno Genta. Nos mataban al Gran
Camarada. El enemigo de ayer -que es el mismo de hoy- creía que
“apuntando a la cabeza” terminaría con él y con lo que éste representaba. ¡Cómo
se equivocó! Ya que su vida y su magisterio suscitaron la admiración de muchos
que hoy queremos continuar con sus enseñanzas. Porque el dar la vida por Dios y
por la Patria no es vano a los ojos del Señor de las Batallas y sabemos que “la
sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”.
El mejor
homenaje, que le podemos tributar hoy, es intentar imitarlo, es decir, dar
nosotros mismo testimonio. ¿Cómo? “como los antiguos mártires, y los
millares de Santos que refulgen en la historia de la Iglesia, dar testimonio de
que la vida es tanto más digna de ser vivida, cuanto más dedicada está al
servicio de Dios, de sus mandamientos y de una causa justa, como es la de nuestra
Patria restaurada en Cristo”[1].
Si queremos ser
fieles a Dios y a nuestra Patria argentina tenemos que tener en nuestra alma la
disposición al martirio, lo cual no quiere decir que el Señor nos lo vaya a
pedir; pero insisto, la disposición interior debe estar.
Derramar nuestra sangre por
Cristo reviste un carácter extraordinario. Pero el testimonio puede revestir
también un carácter ordinario. Hablamos, entonces, del testimonio de la palabra
y de la conducta. Estos dos, el Señor sí nos lo reclama. No es fácil pero
debemos ser fieles a ese testimonio silencioso, constante, difícil,
incomprendido y heroico.
Se ha hablado y “opinado”
bastante sobre si la muerte de Jordán Bruno Genta revisitó un carácter
martirial debido al carácter político de él.
Ha sido
Santo Tomás de Aquino quien enseñó que también por el bien de la república se
puede llegar a ser mártir: “El bien de la república es el más alto entre
los bienes humanos. Pero el bien divino, causa propia del martirio, es más
excelente que el humano. Sin embargo, como el bien humano puede hacerse divino
al referirse a Dios, cualquier bien humano puede ser causa del martirio en
cuanto referido a Dios” (2-2, 124, 5, c.).
Digámoslo
claramente y con todas las letras. Es martirio en sentido estricto de la
palabra. Al maestro Genta lo matan por odio a la fe (odium fidei). Sus asesinos
así lo manifestaron en una satánica carta dirigida al entonces director de la
Revista Cabildo, Don Ricardo Curutchet[2].
Entre las
muchísimas enseñanzas que le debemos a Genta quisiéramos rescatar las
siguientes:
Fue, ante todo,
un maestro en el sentido estricto de la palabra. Lo fue porque era un
contemplativo. El verdadero magisterio no es otro más que aquel que tiene su
fuente en la Verdad que se enseña. Contemplar y manifestar lo contemplado. He
aquí la nobilísima misión magisterial. Y gracias a que le dio preeminencia
al ocio es que pudo conocer y entender la realidad tal como se presentaba.
Avizoró el peligro que se cernía sobre la Patria y por eso se dedicó al
adoctrinamiento.
Nos legó la más
alta doctrina de guerra contrarrevolucionaria, tan vigente como necesaria para
hoy. Allí nos enseña las verdades que hay que defender y los errores que
debemos combatir.
Amaba a esta
bendita tierra argentina. De allí que: “El Nacionalismo argentino necesita
que la Patria sea amada y servida en Cristo, por todos aquellos que abracen su
causa y sean capaces del sentido heroico de la vida.
Tan sólo
investidos con la fuerza de Cristo y de María, será posible enfrentar y
vencer a las legiones del Padre de la Mentira que están arrasando las
Naciones con el poder del dinero y el poder de la Subversión”[3]. Por eso es que quiso para
el Nacionalismo la solidez y el rigor de una elevada doctrina política, libre
de todas aquellas ideologías destructoras y disolventes del alma de la Patria.
Nos dejó la más clara y precisa definición de cómo tiene que ser nuestro
Nacionalismo: “constructivo y restaurador, jerárquico e integrador,
cristiano y argentino en su contenido y en su estilo. Una afirmación soberana
frente a la Plutocracia y al Comunismo”[4].
La opción
política que planteó no fue infructuosa. Es la misma que hoy necesita esta
desgarrada patria. Véase la tremenda vigencia de sus palabras: “La Soberanía
política de la nación cuyo ejercicio hace posible el servicio del Bien Común,
no se funda en los derechos del hombre y del ciudadano, ni en el sufragio
universal, sino en la manifestación más pura y más elevada de la persona humana
que es el sacrificio […] El principio de su única opción política debe ser el
Reino de Cristo en el alma y en la Ciudad. No caben los términos medios, ni
transigencia, ni concesión, ni componenda en nada. Su lenguaje y sus acciones,
sí, sí y no, no. Esta es la conducta que nos dicta la virtud prudencial
informada y realizada por la Caridad”[5]. Sabemos de algunos que han planteado que
la opción política de Genta es pura teoría pero que es estéril ya que no podría
ser aplicada. Estamos totalmente en desacuerdo. ¿Por qué lo mató el enemigo? El
orden temporal debe ser conforme a la fe. Estúdiese y medítese en serio su
libro Opción Política del Cristiano y después charlamos.
Su muerte
“sobre el asfalto y el lirio”, tratando de hacer la Señal de la Santa Cruz, fue
su última y más grande lección. Con ella nos enseña que vale la pena vivir
luchando por los más altos ideales.
El día anterior
a su martirio había pronunciado una conferencia en homenaje al Doctor Angélico
en el VII centenario de su muerte. La comenzó diciendo: “Vivimos una hora
grave, solemne y decisiva. Acaso sea mejor para los hombres, y en especial para
los cristianos, tener que vivir peligrosamente, expuestos a morir en cualquier
momento. Digo que acaso sea mejor, porque aún antes del Cristianismo, el
verdadero fundador de la Filosofía en Occidente, que fue Sócrates, enseñó que
la Filosofía es una preparación para la muerte. Y nosotros adoramos a un Dios
hecho hombre, crucificado por amor, en la figura del fracaso y de la muerte. No
hay, pues, otro modo de llegar a la Vida verdadera, que recorrer el itinerario
de Nuestro Señor Jesucristo”[6].
Que
Nuestro Señor Jesucristo nos conceda la gracia de que la muerte nos
encuentre -al igual que al maestro Genta- en esa definición
católica y nacionalista que profesó y a la cual consagró su vida.
Daniel Omar González Céspedes
[1] Genta, Jordán Bruno, El asalto terrorista al poder, Ed. Santiago
Apóstol, Bs. As., 1999, p. 261.
[2] El tenor de la carta (donde se refieren a Genta y a Sacheri) habla a
las claras que en la redacción hubo una mano religiosa apóstata.
[3] Genta, Jordán Bruno, El Nacionalismo argentino, Ed. Cultura
Argentina, Bs. As., 1972, pp. 103 y 104.
[5] Genta, Jordán Bruno, Opción política del cristiano, Ed. Cultura
Argentina, Bs. As., 1977, pp. 37 y 40.
[6] Genta, Jordán Bruno, Testamento Político, Ed. del Buen Combate,
Bs. As., 1984, p. 25.